Manuel Benítez ‘desaparece’ tras el plantón a sus hijos
Todo el mundo esperaba la llegada de ‘El Califa’ el pasado sábado a la plaza de toros de Morón de la Frontera. Era el día grande de sus hijos, Julio y Manuel, el duelo de dos hermanos y el esperado encuentro en la plaza de los dos toreros que, aunque con la misma sangre, no habían tenido trato alguno en su vida. Un día lo suficientemente importante como para contar con la presencia de Manuel Benítez, quien unos días antes gritó orgulloso a los cuatro vientos que ambos triunfarían porque llevan su “sangre torera”. Para más inri, el veterano maestro había reservado seis asientos en barrera a su nombre y, en el hotel donde dormían los toreros, también había un cuarto para él. Pero nada de eso fue suficiente para contar con su presencia. Benítez dio una espantá en toda regla el día que más se le necesitaba.
A la salida del hotel en el que se vistieron de luces, y antes de pisar el albero, Julio Benítez y Manuel Díaz coincidían en declaraciones a la prensa que sería bonito ver a su padre en la plaza de toros. Aún tenían el gusanillo de que algo podía suceder… No solo se palpaba en el ambiente el nerviosismo por ponerse delante de un toro, o por la expectación mediática, el entorno estaba cargado de intriga esperando la llegada de Manuel Benítez, pero esta nunca se produjo. Ni antes, ni durante, ni después.
Manuel Díaz y su hermano Julio Benítez saliendo a hombros / Gtres
De nuevo, y como siempre -las últimas semanas la accesibilidad de Benítez había sido una sorprendente excepción-, el torero ha desaparecido de la esfera pública y no es fácil dar con él. Ni siquiera para saber qué le parecieron las faenas de sus hijos. Al Califa de Córdoda se lo ha vuelto a tragar la tierra. Quienes le conocen saben que es un hombre de costumbres, de rutinas inamovibles.
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Cuando aún compartía su vida con Martina Fraysse, con la que estuvo casado más de cuarenta años y de cuya relación nacieron cinco hijos, nunca cambiaba sus hábitos. A una hora bastante temprana, salía de la casa en la que vivían en Córdoba y tomaba su primer desayuno en un bar cercano a la vivienda.
Manuel Díaz y Julio Benítez / Gtres
Una vez terminado su primer café del día, se dirigía a una de las fincas que tiene más cercanas a Córdoba, en Almodóvar del Río, y antes de entrar en el campo, volvía de nuevo a parar y tomaba otro desayuno en una venta cercana. El resto del día lo pasaba entero en el campo, hasta llegada la noche que volvía a casa. Esta era su vida cuando no se había separado, pero no cambió en exceso una vez finalizado el matrimonio e iniciada su vida de divorciado junto a Mari Ángeles, su nueva pareja.
Del campo a la venta a desayunar, de lunes a domingo sin interrupción. Así ha pasado su último año Manuel Benítez, incluidas las últimas semanas, en las que los periodistas se acercaban a su radio de acción para conocer su postura ante el cartel conjunto de sus dos hijos toreros. Pero el Manuel Benítez amable, que decía sentirse orgulloso de los dos hijos toreros que tenía y el que comentaba con ilusión que le gustaba mucho que ambos torearan, de nuevo ha desaparecido. Desde el sábado, nadie ha vuelto a verle. En la venta donde desayuna a diario le echan en falta estos días. Benítez se ha recluido en una de sus fincas junto a su pareja, tal vez esperando que pase el temporal, que se olvide su ausencia en el día más importante en la carrera de sus hijos y que se libre, así, de dar una explicación que tiene difícil justificación.